Heinz Dieterich
Rebelión
En enero de 1991, una terrible noticia epidemiológica sacudió a América Latina. Después de cien años de no registrarse un solo caso de cólera en el subcontinente, un nuevo biotipo de vibrio cholerae apareció en el Perú. Antes de que terminara el año, 396,536 personas cayeron víctimas de la temible enfermedad, entre ellas 322,562 en el Perú y 46, 284 en el Ecuador. Alrededor de tres mil murieron en ambos países.
Cuando la noticia de la pandemia latinoamericana llegó a Cuba, el presidente Fidel Castro se presentó en el prestigioso instituto de investigación biomédica, el Instituto Finlay. "Con los cables de la noticia en la mano", recuerda un destacado científico de la institución, "el presidente dijo: ¿Qué pueden hacer ustedes para impedir que el cólera avance en América Latina?" "Podemos desarrollar una vacuna", contestaron los investigadores.
De esta manera, se inició en la tierra de Martí la hazaña de desarrollar una vacuna con eficacia y nivel de cobertura adecuada para proteger "a los pobres de la tierra", pese a que en la misma isla no hay incidencia de la enfermedad y que los costos de desarrollo de una vacuna de esa complejidad son casi prohibitivos para la economía de un pequeño país como Cuba.
En términos de una economía de mercado, la elaboración de esa vacuna tendría un costo de alrededor de quinientos millones de dólares y se desarrollaría para una clientela sin poder adquisitivo considerable. Es por eso, que las transnacionales capitalistas casi no invierten en vacunas contra enfermedades endémicas que afectan a la población marginal de la sociedad global, sino casi exclusivamente en las "enfermedades rentables" del Primer Mundo, que generan altas ganancias para los ejecutivos y accionistas del capital.
En Cuba, en cambio, ha existido desde 1959 una alta sensibilidad por la salud pública y una ética solidaria con los pueblos del Tercer Mundo que explica la iniciativa de 1991 de Fidel, que ya ha avanzado tanto que, probablemente, en unos pocos años puede salvar a decenas de millones de seres humanos del flagelo del cólera.
Esa sensibilidad y preocupación de la Revolución por la salud de los ciudadanos ---que constituye una energía ética impulsora casi inagotable en la vida de Fidel Castro--- se ha manifestado en múltiples ocasiones, tal como sucedió, por ejemplo, en el desarrollo de la vacuna contra la meningitis meningococcica B.
Cuando en 1984 se presentó una epidemia de grandes dimensiones en el país, el Presidente impulso la formación de un equipo de expertos que logró diseñar en alrededor de doce meses una vacuna eficaz que a partir de 1988, sirvió para proteger a la población entera de la isla de esta epidemia.
La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), nace también de este contexto de solidaridad práctica y de internacionalismo. Los huracanes "George" y "Mitch" que devastaron en 1998 las economías de los países centroamericanos y caribeños y que causaron la pérdida de miles de vidas, motivaron el envío inmediato de brigadas de médicos y paramédicos que se adentraron en las zonas más inhóspitas para ayudar a los afectados.
Dentro de esta ayuda, concebida como Programa Integral de Salud (PIS), se trataba de remediar dos problemas estructurales que atañen a los sistemas de salud pública en todo el Tercer Mundo: a) una falta cuantitativa de médicos y, b) una concentración de los escasos médicos en las ciudades, donde hay mayores amenidades de vida y mayores posibilidades de ingreso.
Fue en esas circunstancias que Fidel Castro ideó la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), donde se educaría gratuitamente a jóvenes de los países devastados, en ciencias médicas, para que retornaran como expertos a fin de contribuir a la sostenibilidad de los sistemas de salud nacionales.
Presentada la idea a la comunidad científica cubana en uno de los Foros nacionales de Ciencia y Técnica en 1998, se fundó la institución un año después en el marco de la Cumbre Iberoamericana, en las instalaciones de la antigua Academia Naval "Granma" en el noroeste de la capital cubana, sobre un terreno de 1,2 millones de metros cuadrados.
La primera generación (1999) constaba de mil quinientos estudiantes. Aquellos que no dominaban el castellano recibieron un curso de lenguaje intensivo de seis meses. Todos los estudiantes absuelven un curso premédico de nivelación que les ayuda a optimizar las clases del ciclo de estudio de las Ciencias Básicas, que se imparten durante los primeros dos años de la carrera en las instalaciones de la ELAM.
Al concluir esta fase, los futuros galenos realizan sus últimos cuatro años de estudios clínicos en las veintiuna facultades de medicina, con las cuales cuenta el país. Un internado rotatorio que finaliza con un examen teórico-práctico nacional, corona la carrera de los aspirantes con el título de Doctor en Medicina.
Cada año ingresan mil quinientos alumnos a la institución. Actualmente, la ELAM tiene siete mil estudiantes, más cuatrocientos noventa y dos en la Facultad Caribeña de ciencias médicas de Santiago de Cuba, que son atendidos por un claustro de alrededor de quinientos profesores, incluyendo científicos de prestigiados centros de investigación biomédica del Polo Científico. Dentro de dos años, la matricula alcanzará la cifra de diez mil alumnos.
El alumnado proviene de diecinueve países latinoamericanos, cuatro africanos y de Estados Unidos. De El Salvador hay un contingente de 488 estudiantes; de Perú, 335; de México, 316; de Argentina, 293; de Brasil, 273 y de Estados Unidos, 49.
Alrededor de cien étnias se encuentran representados en este proyecto, cuyos estudiantes tienen una edad media de 20 a 21 años y cuya distribución por genero es igualitaria.
Los alumnos reciben gratuitamente la enseñanza, los materiales didácticos, el alojamiento, la alimentación, los uniformes escolares, y cien pesos cubanos al mes, para gastos personales. Dieciséis laboratorios de informática con videocaseteras e Internet, una biblioteca y posibilidades de organizarse en actividades culturales como grupos de música y de danza, entre otras, complementan el entorno de su vida cotidiana.
El ingreso a la ELAM se realiza a través de las misiones diplomáticas cubanas. Los requisitos de admisión son comparables con los de las instituciones de educación superior en tierra firme. Sin embargo, se hace especial énfasis en posibilitar a jóvenes provenientes de familias con escasos recursos económicos, el ingreso a la institución.
La Escuela Latinoamericana de Medicina; el complejo de investigación biomédica, con sus enormes avances en el desarrollo de vacunas contra el cólera, el VIH y determinados tipos de cáncer; los cincuenta y tres mil médicos y paramédicos internacionalistas, que desde 1963 han servido en noventa y tres países, al igual que los novedosos programas cubanos de alfabetización por radio y televisión que se ofrecen gratuitamente a las naciones del Tercer Mundo, son contribuciones a la cultura mundial de tal importancia, que deben considerarse patrimonio de la humanidad.
Defenderlas del proyecto neofascista de George Bush y Tony Blair es, por lo tanto, un deber ético de los ciudadanos del mundo.
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