Aparato Reproductor
 

Los órganos reproductores femeninos se encuentran dentro de la cavidad pélvica. Desde el nacimiento, los ovarios albergan una dotación permanente de alrededor de 600.000 óvulos inmaduros u occitos. Al llegar a la pubertad, muchos de éstos habrán desaparecido; antes de la menopausia, cerca de 400 se habrán transformado en óvulos maduros, durante los ciclos menstruales.

Sistema Reproductor Femenino
 

Sistema Reproductor Masculino

El aparato reproductor masculino produce, almacena y ibera esperma, desde la pubertad hasta el final de la vida. En promedio, un espermatozoide tarda 72 días en madurar, pero se producen grandes cantidades de ellos a la vez; durante su vida, un hombre normal produce cerca de 12 billones de espermatozoides.
 

Cada mes, durante los años reproductores de la mujer, se estimula un ovario para que desarrolle un folículo que más tarde expulsa un óvulo maduro. El óvulo pasa a la trompa de Falopio donde, si las circunstancias son adecuadas, se lleva a cabo la fertilización.

Sistema Reproductor Femenino
En un término de 24 a 36 horas, la célula fusionada se divide y, durante los siguientes cuatro días, continúa dividiéndose a medida que se desplaza hacia el útero. En seis o siete días, el embrión se implanta en la membrana mucosa del útero, el endometrio, y sigue dividiéndose y creciendo.

La reproducción sigue siendo uno de los prodigios más insondables de la vida. La mera noción de que dos células apenas visibles puedan fundirse y formar un nuevo ser en sólo nueve meses nos parece un milagro.
Las hormonas sexuales, principalmente la testosterona en el hombre y el estrógeno en la mujer, controlan directamente la reproducción. Sin embargo, muchos factores (la salud, la nutrición y el estrés, entre otros) influyen en los aparatos reproductores de ambos. La genética es también
determinante. Tanto la madre como el padre contribuyen con la mitad de los genes necesarios para crear un nuevo ser y este material genético es el que determina muchas de las características del hijo, como el color de los ojos y el cabello, la estatura, la forma del cuerpo y el tipo de sangre.
El sexo también se determina en el momento de la concepción. Las células femeninas poseen dos cromosomas X; de modo que cuando un óvulo se divide, éste debe tener un cromosoma X. En cambio, los hombres tienen un cromosoma X y uno Y, y el espermatozoide puede llevar cualquiera de ellos. Entonces, si el óvulo es fertilizado por un espermatozoide X, el bebé será una niña con dos cromosomas femeninos XX; si el padre aporta un espermatozoide Y, el resultado será un varón con los cromosomas masculinos característicos; XY.